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ENFERMEDADES TERMINALES

La tercera parte de las muertes en México se debe a enfermedades terminales, según estadísticas de la Secretaría de Salud. Sin embargo, las instalaciones de salud pública no ofrecen servicios que propicien una calidad de vida necesaria para hacer llevadera la agonía de los enfermos y sus familiares.
 

Los hospitales privados son los únicos que se preocupan por el bienestar de este tipo de enfermos, pero a un costo de hasta tres mil pesos la hora de atención.
 

El 80 por ciento de los médicos del sector salud no están capacitados para tratar con pacientes condenados a morir por cáncer o Sida, por ejemplo: “El trato se vuelve más deshumanizado y frívolo”, argumenta.
Los servicios tanatológicos ofrecen desde la lectura de un libro al enfermo hasta cuestionarlo sobre si ya hizo su testamento o estirar las sábanas para que no sufra llagas.


Hospitales privados como el Ángeles, el Español, el ABC y Médica Sur lo otorgan a costos que van de los tres mil a los mil pesos por hora, precios fuera del alcance para la mayoría de los mexicanos.
La familia juega un papel importante en el proceso de la muerte, “aquellos quienes están cerca del afectado deben compartir sus sentimientos y emociones, aceptar sus actitudes ya que sólo él sabe por lo que está pasando”.

 

Un enfermo terminal pasa por etapas de negación, depresión, ansiedad, ira y miedo. “Si mi padre está viviendo este episodio, es la oportunidad de demostrarle con mis cuidados lo mucho que le amo”. Una familia de gente bien nacida te cuida y te enseña a cuidar, “es algo que se transmite de generación en generación”.

Para la psiquiatra de la UNAM Ileana Petra, “todos los médicos han sido
La psicóloga Martha Haces, del Hospital Ángeles, destaca la importancia de que los enfermos en fase terminal reciban un trato digno y más humano, “
“la frialdad o la deshumanización”, señala.

Para la socióloga de la UNAM, Magdalena Acosta, el concepto de muerte para el mexicano es parte de la cultura, “hacemos calaveritas de dulce y chocolate, escribimos versos y hasta jugamos bromas al respecto”.
 

Los mexicanos trivializamos lo que se tiene por idea sobre el tema de la muerte, nos reímos y no la tomamos muy en serio a menos de que nos afecte de manera directa, es decir, que vayamos a morir o que nuestra pareja, padre o hermano muera, explica la socióloga.

“La máxima es hacer por el enfermo lo que me gustaría que hicieran por mí y no lo que no me gustaría que me hicieran”.

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